octubre 14, 2025
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Belén Aguilera ha vuelto con un álbum que confirma que su voz no es solo la de una promesa del pop español, sino la de una artista consolidada que sabe transformar su vulnerabilidad en fuerza. Anela, su nuevo trabajo, no ha aparecido de la nada, sino como la consecuencia de su propio camino tanto profesional como personal en el que cada disco es una pieza de su rompecabezas emocional.

En Como ves, no siempre he sido mía, su primera declaración al piano, nos presentó a una Belén más íntima, frágil y honesta. Con canciones como “Tus monstruos” o “La tirita” mostró una habilidad que la acompaña a lo largo de toda su carrera: trasformar la fragilidad en un arma de conexión directa con sus seguidores.

Un año más tarde, con Superpop, llegó la ruptura: un grito de independencia y empoderamiento, con tintes electrónicos y una estética que rompía con la delicadeza que mostraba en su primer sencillo. Temas como “Camaleón”, una de sus canciones más conocidas, o “Cristal” muestran cómo Belén se encontraba en pleno cambio, dispuesta a cuestionar las etiquetas.

Después, Metanoia se convirtió en un puente entre dos Belénes que ya se esperaba: la que mira hacia dentro con crudeza, con canciones como “Inteligencia emocional”, y la que experimenta con sonidos más atmosféricos y oscuros. Es un viaje hacia la trasformación personal que ya estaba viviendo la artista en aquel momento.

Ahora, en Anela todo parece tomar forma. La vulnerabilidad del piano sigue estando presente en muchos de los temas, pero se muestra junto a la madurez de quien ha aprendido a convivir con sus contradicciones. Si en su debut pedía auxilio frente a sus monstruos y luego levantaba la voz para reclamar su espacio, aquí encontramos a una Belén que abraza tanto a sus sombras como a sus destellos de luz.

Además, se concibe como una obra completa donde todos los videoclips conectan entre ellos para presentarse como una película, prácticamente una experiencia teatral e íntima. Por tanto, la cantante anima a que el proyecto se disfrute de principio a fin.

Escuchar Anela es un cambio sin fin de ritmos y de sentimientos. Canciones como “Salvamento” o “Cómo puedo volver” son más emocionales, mientras que otras, como “Dama en apuros” o “Bruja”, son más bailables. Aunque no deja atrás sus ritmos electrónicos en “Laberinto”, “Ático” o “Eclipse”.

Este disco es “el verbo ser en mil maneras”. Y es que Belén Aguilera empezó contándonos que era “Republicana”, un “Camaleón”, la “Antagonista”, la “Copiloto”, “PAS”, un “Licántropo”, un “Galgo”, una “Lolita” … Todo esto con canciones dónde también dudaba sobre sí misma como “¿Quién soy?”. Pero esto cambia en “Mutantes”, donde, tras cuarenta segundos de introducción de un excelente violín que le acompañará en todo el sencillo, se describe a sí misma como tal y explica esta personalidad tan cambiante que tiene.

Sin embargo, aún queda una canción de la que no sabemos nada: “Se queda dentro”. La decimotercera canción que no ha salido aún a la luz ha dejado ciertas dudas, ¿es que Anela todavía no es una obra completa? Belén ha explicado en algunas entrevistas que creía que con la última canción, “Ahora que estoy bien”, lanzaba un mensaje cargado de positivismo que no quería romper, aunque no descarta lanzar este tema más adelante.

En cualquier caso, está claro que Belén Aguilera ha alcanzado un punto de madurez artística en el que cada etapa de su trayectoria cobra sentido. Anela no es solo un nuevo disco, es la confirmación de que sabe transformar cada duda, cada herida y cada cambio en un relato musical coherente y emocionante. Desde la fragilidad emocional hasta la experimentación más atrevida, Belén ha construido una obra que funciona como espejo generacional y que la consolida como una voz auténtica dentro del pop español. Con este álbum no solo reafirma quién es, sino que también se atreve a ser todo lo que ha sido y todo lo que aún está por descubrir.

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