
El nuevo álbum de Amaia supone todo un viaje. Un camino que recorrer en el que ha de «cruzar un puente largo», un puente entre la infancia y la madurez, que el destino final de ese viaje.
El viaje empieza con Visión, en la que hace referencia a ese puente, a ese camino que quiere cruzar, en el que tiene miedo. Y es que no hay nada más incierto que el viaje hacia la vida adulta, en el que lo más legítimo es tener miedo, casi terror a lo que se viene con ella. Toda una vorágine de emociones y sentimientos, de eventos sobre los que no se tienen control.
En Tocotó, Amaia observa el ‘corre corre’ de la vida. Galopa esplendorosa por ese puente, «va contra el viento», pero, mientras tanto, piensa. Se da cuenta de lo rápido que gira la vida, pero además entiende que por mucho que corran tras ella no merece la pena acelerar a un ritmo que no le representa. Con una melodía casi infantil, con la que hacer referencia al encuentro con una Amaia bebé que entonaba la canción que ahora revisa con ojo crítico: ¿por qué y cómo corremos, caballito? Con Nanai sigue ese recorrido por su infancia, ese homenaje a la Amaia más pequeña.
Pero llega el cambio con M.A.P.S., donde Amaia es todo menos complaciente. Con M.A.P.S. se llega a una etapa ya más adulta. Pero esta canción supone una especie de diálogo. Un diálogo con su madre donde le quiere hacer ver que está bien, que no se preocupe (algo inevitable para una madre, ¿verdad?).
Lo interesante en este punto del álbum es que Amaia se mete en la piel de su madre para dar una respuesta con Auxiliar. Auxiliar supone una respuesta de su madre, Amaia canta desde su voz haciendo alusión a un síndrome del nido vacío después de que Amaia echase a volar. Una canción que evoca cuidado pero también dolor.
Y llega un punto álgido en Si abro los ojos no es real. Magia en Benidorm, Tengo un pensamiento (la gran balada sin reparos, la expresión del amor desatado, puro y sin miedo), C’est la vie y Giratutto exploran el mundo emocional de la artista. Hablan de deseo y amor loco, de cómo hace frente a sus primeros problemas explorando esa vida adulta. De pensamientos recurrentes, del miedo al fin.
Estas cuatro canciones son un camino por la resignación humana, el mareo del amor. Cuatro canciones que te hacen explorar la vida con un sentido meticuloso y que a la vez te hacen bailar, unas de forma más lenta, otras con toda la energía. Pero siempre sintiendo toda una revolución, una montaña rusa de emociones que no te deja indiferente.
Y va llegando el final del camino. Despedida emprende este viaje hacia el destino de este. «El fin es un nuevo comienzo» reza Amaia en una parte de la canción. Esta canción supone darse cuenta de lo que no ocurre, de lo que llega a su fin para dejar paso a cosas nuevas, nuevos sentimientos; pero siempre duele, siempre cuesta dejar cosas atrás y darlas por finalizadas. «Y aunque parece que esto se acaba, nada se muere, tan solo cambia».
Fantasma es la voz del que ya se fue. «No me vas a poder olvidar». La vida cambia, avanza, pero hay cosas que permanecen. Amaia aquí hace alusión a que por mucho que te vayas, tu esencia permanece allí donde has estado para que nadie en ese lugar se olvide de ti, ni de lo que fuiste. Esa esencia de la infancia que siempre permanece, que nunca se olvida.
Y entonces Ya está. Una canción para finalizar el álbum y el viaje. El culmen perfecto. El resumen de ese viaje hacia la vida adulta. Ha logrado cruzar el puente. Y se encuentra con un niño que también tiene miedo y que también está perdido, pero al niño sí lo viene «a buscar su mamá». Y nos devuelve al punto de partida. El camino se acaba, pero se refleja el miedo de nuevo. Pero da un punto de vista adulto, donde ves la realidad, cruza desesperanzada, de la vida.
Si abro los ojos no es real es toda una obra maestra donde predomina la inteligencia y el talento de la artista. Amaia recorre su vida con miedo, pero orgullosa de todo lo que ha hecho de su vida, llegando a un destino donde se ha levantado tras tanto tropiezo.
Al final, ha abierto los ojos y la vida es real.